CARLOS MANUEL ANGULO ARBOLEDA
style="font-family: 'Souvenir Lt BT','serif'; font-size: 11pt">
Margarita María &n
bsp;
Carlos Jordán DoriaCarlos Manuel &nbs
p;
Carmen Eugenia Reyes &nb
sp;
Ana Sofía Ayala CaldasReinaldo &nb
sp;
Amparo Manrique ParedesJuan José
;
María del Pilar Daza Restrepole="font-family: 'Souvenir Lt BT','serif'; font-size: 11pt">Andrés &nb
sp;
;
Victoria Eugenia Garrido RestrepoVirginia;
Enrique Javier Pacheco SánchezDiego
Ana María Castrillón SimmondsMar&iacu
te;a Adelaida ; &
nbsp;
Jorge Hernando Mosquera BarragánDaniel Francisco
;
Maye Calero DíazIgnacio"font-family: 'Souvenir Lt BT','serif'; font-size: 11pt">
Hijo de Arquimedes De Angulo y Elvira Arboleda, nace en Popayán el 24 de diciembre de 1913, correspondiéndole al Pbro. doctor Belarmino Mercado suplir las ceremonias del bautismo que privadamente
y como un caso de necesidad había dado el médico Gabriel Caicedo Arroyo, (Esposo de Herminia, hermana de Elvira). Al terminar sus estudios de bachillerato en la Univer
sidad del Cauca, se entrega a los negocios de su padre a raíz de la crisis económica del año 1930.
Su vida se caracteriza por su consagración al trabajo y por el ejercicio constante de las virtudes cristianas. Pertenece a la Asociación de Hombres de la Acción Católica de Popayán. Fundador y
primer Presidente de la Conferencia de San Vicente de la Parroquia de Santo Domingo, cargo que desempeña hasta su muerte. Con sus aportes económicos se inicia y adela
nta el Santuario de la Inmaculada en el Barrio de Belalcázar de Popayán, sobre un lote de terreno donado por sus hermanos Tulia, Sofía y Fernando, Iglesia que posteriormente y por
varios años es la Catedral de la ciudad cuando la Basílica Catedral ubicada en la Plaza de Caldas, es destruida por el terremoto del Jueves Santo, el 31 de marzo de 1983.
<span>
>Ahí, en el sitio de la actual Basílica, el sábado 13 de enero de 1537, fecha en que Belalcázar funda a Popayán, éste manda a erigir una rústica capill
a dedicada a nuestra Señora del Reposo o del Tránsito, en cuya fiesta el 15 de agosto del mismo año, se inaugura esa capilla con la primera misa solemne celebrada en la ciudad.
Esta capilla se sustituye por una Iglesia Catedral de paja en 1558, construida por el primer obispo de Popayán, don Juan del Valle. Luego en el mismo lugar yan>
que hoy ocupa el Palacio Arzobispal, se abre al culto en 1609 la primera de teja que dura hasta 1784, cuando es necesario demolerla por estar en peligro de caerse a consecuencia de los temblores espe
cialmente por el terremoto del 2 de febrero de 1736. La actual Catedral comenzada en 1856 y dada al servicio en 1906, es la cuarta Catedral, elevada a la categoría de Bas&iac
ute;lica Menor desde 1953. En marzo de 1989 el Arzobispo Samuel Silverio Buitrago, entrega a Popayán la quinta Catedral, conservando su estilo arquitectónico, reforz&a
acute;ndola con una completa estructura antisísmica. Al Arzobispo Buitrago le ha correspondido reconstruir las Iglesias de San Agustín, Belén, La Encarnaci&oacu
te;n, El Carmen, La Ermita, La Catedral, San Francisco, entre otras que quedaron semidestruidas por el sismo de 1983.
Comendador y Presidente titular de la Orden Ecuestre de los Caballe
ros del Santo Sepulcro de Jerusalén, consagrado en la Catedral de Popayán, por Monseñor Emilio de Brigard, arzobispo de Bogotá, en unión de sus hermanos Mario, Alvar
o y José Arquimedes, siendo arzobispo de Popayán, Monseñor Diego María Gómez, también consagrado Caballero con el Presbítero Carlos Alvarez y los se&nt
ilde;ores Francisco Velasco Navas, Julio Manuel Ayerbe, Carlos Ayerbe S., Marco Aurelio Zambrano A., Jaime Arboleda G., Hernando Grueso A., Humberto Casas, Jorge Saa, Víctor Caicedo A., Luis Bo
nilla, y otros. Carguero de nuestras procesiones por más de 30 años y distinguido en 1954 con la insignia máxima de la “Alcayata de Oro”, conferida por
la Junta Pro - Semana Santa de Popayán. Síndico de varios “pasos”, entre ellos el del Amo Jesús o Jesús Nazareno de origen italiano del siglo
XVI, venerado en la Iglesia de La Ermita, uno de los templos más antiguos de la ciudad, construido en 1617, en virtud de una disposición testamentaria del síndico de la Cofrad&ia
cute;a de Santa Catalina y Santa Bárbara, don Pedro Velasco y Zúñiga. Según algunas fuentes históricas, en este mismo lugar se levantó la p
rimitiva iglesia de los primeros conquistadores del siglo XVI, que era una humilde capilla de techo pajizo y de rústicos muros de bahareque. Cuando se suce
dió el terremoto de 1736, La Ermita de Jesús fue el único templo que quedó en pie, motivo por el cual quedó como Catedral y el Ilustrísimo señor Obreg&
oacute;n y Mena hizo trasladar a él el Capítulo Catedral, mientras se reparaba la Iglesia de la Compañía de Jesús - San José - donde se mudaron posteriormente
los capitulares. En el remate del retablo del Altar Principal, aparece un águila bicéfala coronada, símbolos imperiales de la Casa de los Austrias.
n> También “síndico” del “paso” del Santo Sepulcro que centra la piedad de los feligreses en la procesión del Viernes Santo, con el Cristo muerto de desgo
nce en los brazos y el Sepulcro, ambos españoles del siglo XVIII, este último enchapado con carey y marfil, con incrustaciones de plata y oro, que regalaron doña Vicenta (la madre
del Sabio Caldas) y doña Asunción Tenorio y Arboleda y luego enriquecido con finísimos objetos de plata donados por don Carlos Angulo Arboleda. En 1964 el cono
cido imaginero español José Asencio Lamiel, residente entonces en Popayán, concertó con el Coronel Carlos Ayerbe, esculpir un notable Cristo Yacente que reemplazó en
el Santo Sepulcro al Cristo de desgonce, y con éste se organizó un nuevo “paso”, el Cristo del Calvario, cuyo “Síndico” es el odontólogo José
; Vicente Velasco Angulo. Ayerbe, costeó también la bella ornamentación de la capilla donde hoy reposa el espléndido sepulcro. La obra
de ebanistería fue ejecutada por el Maestreo Pedro Ignacio Guzmán. La procesión del Viernes Santo sale de la Iglesia de Santo Domingo, reedificada despué
;s del terremoto de 1736, y concluida en 1741. La levantaron miembros de la familia Arboleda y el deán don Mateo Castrillón Barnaldo de Quirós, que costeó
; la nave de la epístola. Aquéllos eran descendientes directos de don Francisco Arboleda Salazar, quien con su hermano el Pbro. don Pedro habían construido la p
rimera Iglesia. En su interior, el hermoso púlpito, diseñado por Caldas. A raíz del terremoto del Jueves Santo de 1983, fue reconstruida la I
glesia por los hermanos Rodrigo y Felipe Llanos Caicedo, descendientes de don Francisco Arboleda Salazar, hijos de José Llano B. y Josefina Caicedo Arboleda, prolongando así la tradici&o
acute;n familiar. Político desinteresado es proclamado varias veces en las Convenciones de su Partido Conservador para ser electo Senador de la República y Concejal de Pop
ayán, honores que declinó como lo hizo cuando le ofrecieron la Gobernació;n del Cauca en el período presidencial del doctor Mariano Ospina Pérez (1946-1950), neg&aacu
te;ndose así a todo honor y vanagloria. El Partido Conservador lo tuvo como su jefe eximio en el Cauca y lo distinguió en el campo nacional. Quiso f
undar un periódico para su Partido y adquirió una pequeña imprenta que es destruida el 9 de abril de 1948, al ser asesinado en Bogotá el líder político Jorge
Eliécer Gaitán, como consecuencia de la enloquecida e injusta reacción popular, promovida por las exhortaciones y proclamas de los líderes revolucionarios a través d
e las emisoras radiales. La investigació;n de este reprobable asesinato fue encomendada a eminentes juristas amigos y admiradores del doctor Gaitán, no habiéndos
e podido esclarecer y conocer a sus autores materiales e intelectuales, después de 25 años, concluyéndose como la más posible alternativa, un crimen político del mar
xismo internacional. El 10 de julio de 1944, es puesto preso en Pasto el señor Presidente de la República doctor Alfonso López Pumarejo, como consecuencia de un mov
imiento subversivo militar ejecutado por el Coronel Diógenes Gil Mojica durante las maniobras militares de Pasto, dentro del sistema de instrucción y entrenamiento de las tropas.&n
bsp; Por su participación en el golpe, llegaron presos a Popayán el Capitán del Ejército José Gregorio Quintero, el Capitán Hernando Leyva y el Tenient
e N. Caviedes y Carlos no cesó en sus esfuerzos hasta verlos en libertad (Quintero huyó al Ecuador) por considerar que se les había juzgado bajo presiones políticas “
por orden de lo alto” en Consejos de Guerra creados ad-hoc para los oficiales comprometidos o traicionados para fines de la política del gobierno. Ganadero y agric
ultor, importa de Francia sementales de la raza normanda y es el primer hacendado que tecnifica y mecaniza el cultivo de la papa en su hacienda de Calaguala municipio de Puracé con la asesor&ia
cute;a del italiano Mario Tomassoni, promoviéndolo en otros lugares del Departamento.&nb
sp;Sufre una dolorosa enfermedad que lo hace viajar a los Estados Unidos (Clí;nica de Roc
hester) acompañado de su esposa Margarita, su madre Elvira y su hermana Tulia, donde es desahuciado, y con su gran fe continúa su viaje hasta la Gruta de Lourdes, Francia, de donde regre
sa curado del mal, como pudo ser constatado luego en los Estados Unidos, en la misma casa de salud donde lo habían examinado por primera vez. Visita la Gruta de Lourdes por s
egunda vez, y durante sus últimos años se entrega a pregonar intensamente la bondad de la Madre de Dios, y a miles de amistades les obsequia la medallita de la Santísima Virgen co
n la oración que rezan los enfermos pidiendo la gracia para recuperar la salud. A su curación vive cuatro años para morir en olor de santidad el 4 de mayo de 19
60, considerándosele a su muerte como “El Padre de los Pobres” al conocerse el enorme número de humildes familias de las cuales era su silencioso y permanente benefactor.
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r="#000000">El 9 de febrero de 1939 casa con Margarita Rojas Martínez. Su casa la construyeron en el lote (carrera 5 con calle 2) que perteneció a la casa de la famili
a de don José María Mosquera y Figueroa y Arboleda (hoy museo Mosquera de la Universidad del Cauca), padre del Gran General Tomás Cipriano Mosquera y hermano de don Joaquín
Mosquera y Figueroa y Arboleda, el quinto hijo de don José Patricio De Mosquera y Figueroa y Prieto De Tobar y de doña María Teresa Arboleda y Vergara. Diez fu
eron sus hijos: mayores que él son sus hermanos Juana, Rosalía, María Teresa, José Marcelino y Manuel José, y menores, José María, Ana Joaquina, Luc&ia
cute;a, Mariana y Juana María. Don Joaquín fue Miembro de la Tercera Junta de Regencia y a quien correspondió, como Presidente de ella, sancionar la Constituci&
oacute;n expedida por las Cortes de Cádiz en 1812. Un Americano, como Regente, haciendo las veces del legítimo Rey de España, Fernando VII, preso por el Emperad
or francés Napoleón Bonaparte. El lote fue comprado por su padre Arquimedes a Bolívar, hijo del General y los planos fueron elaborados por el
Arquitecto Hernando Vargas Rubiano.
Los Angulos Rojas: 1) Margarita María, 2) Carlos Manuel,3) Reinaldo, 4) Juan José, 5) Andrés, 6) Virginia, 7) Diego, 8) María Adelaida, 9) Daniel Francisco y 10) Ignacio.
CARTAS DE JUAN
PUEBLO
ze="2">Publicado en “El Liberal” de Popayán, número 6.159 del 5 de mayo de 1960.
Amigos, buenos días:color="#000000">Ayer dejó de existir en Popayán un ciudadano distinguido no solamente por la raíz de su estirpe, sino por la claridad de su trayectoria humana, que si se contabili
za en años, fue brevísima. Carlos Angulo Arboleda fue un hombre completo. De él me separaron los océanos de la política, embrav
ecidos unas veces, aquietados otras, pero siempre mirándonos desde la orilla. Porque con Carlos Angulo resultaba difícil mantener distanciamientos prolongados.&n
bsp;
No era un ser constituido biológicamente para el odio, ni en su generoso corazón cabían las malas pasiones. Defendió sus ideas y a ellas dedicó buena parte de su vida. Sus copartidarios veían en él, en horas decisivas para su causa, la solución, el fiel de la balanza, el hom
bre capaz de poner fin a las reyertas, en una palabra, en ángel de la guarda. Por eso le hicieron el último homenaje colocándolo en un renglón para la C&
aacute;mara, no importaba que fuera el de peligro, pues ellos bien sabían que Carlos nada ambicionaba, fuera de servir a su partido, con desinterés y entusiasmo. Y ya
en el recinto de su nobilísimo hogar, formado con esa gran dama que se llama Margarita Rojas de Angulo, Carlos fue la exquisitez, la dignidad, el cumplimiento, el señorío, el caba
llero. Bendecido con la gracia de una bella familia, en su casa pasó los mejores días de su existencia llenándola de amor y de caridad porque sus puertas estuvi
eron abiertas para el pobre, para el mendigo, para el harapiento. ¡Cuántos se sentirán huérfanos hoy! Me tocó muchas veces, al c
alor de una amistad que no helaron los huracanes de la política, presenciar el espectáculo sabatino de una manifestación de pordioseros a las puertas de su señorial mansi&o
acute;n. Para todos tenía un pan y un buen consejo. En este aspecto, mejor que yo, las heridas cerradas a tiempo, la sed calmada en hora oportuna, el cuerp
o cubierto con cariño, en suma las obras de misericordia todas, dirán un día que Carlos Angulo Arboleda, fue un hombre bueno, en toda la magnitud de la expresión.&nbs
p; Porque el trabajador incansable, el hacedor de riqueza, el ciudadano atento al desarrollo económico de su comarca, merecerán sin duda otro capítulo que correrá a
cargo de quienes mejor conocieron estas facetas de su definida personalidad. Desde el otro lado, como en las gestas de la vieja caballería andante, inclino mi roja bandera so
bre los despojos del adversario rendido a la fatiga ineludible. Al hacerlo, evocó la trágica historia política de los años que hemos vivido dolorosamente
, en el sentido de que siempre tuve por delante la voluntad batalladora de Carlos Angulo Arboleda, quien como capitá;n de su partido en el Cauca, jamás eludió el combate y supo ser
de los buenos. De aquellas próximas y lejanas contiendas no nos quedó cicatriz visible. Por eso me llamó su amigo y yo lo conté entre
los de mi afecto. No tengo para qué decir que comparto el dolor de los suyos. Las palabras no interpretan, en estos casos, la magnitud de la realidad que
quieren reflejar. Simplemente con respeto velo sus despojos que albergaron un alma de selección. Cordialmente,
JUAN PUEBLO Gerardo Fernández Cifuentes.
<<<<<<<<<<
EN EL CEMENTERIO
>Mayo 5 de 1960
Palabras pronunciadas por el señor Alvaro Garcés Valencia.
La muerte ha doblado para siempre del libro promisorio de la vida una de las páginas más bellas, orlada con virtudes eximias y rasgos peculiares que la hacían inconfundible a los ojos de las generaciones presentes, y era a manera de un espejo donde la ciudad veía reflejar sus mejores tradiciones. Página blanca, sin
sombras de egoísmo, de fatuidad y de pequeñez alguna.
yle="font-family: 'Souvenir Lt BT','serif'; font-size: 11pt">Raras veces se concentran en un sólo individuo modalidades diferentes que obligan la voluntad a actuar en m&ua
cute;ltiples direcciones, buscando el bien común como fin primordial de su actividad creadora. La serenidad que es como el equilibrio del espíritu, capaz de resistir l
a furia de los elementos, las más amenazadoras tormentas; el dinamismo que supera todos los obstáculos; el renunciamiento que da lecciones perdurables; la agilidad que mantiene en contac
to permanente el material de lucha; la modestia que vence a los soberbios; la prudencia que señala rutas definitivas y seguras; la ecuanimidad que evita los excesos; el amor a la Patria que ele
va a planos superiores las controversias y pone un sello de grandeza a los actos realizados; la lealtad inquebrantable a los ideales que define al hombre de carácter. Así fue Carlos Angu
lo.
Nada podrá borrar su breve tránsito en la tierra. Sus nt color="#000000">Como ciudadano acrecentó el tesoro de la comarca con el esfuerzo incansable de su constante trabajar en las faenas del agro. Como apóstol cosech&oac
ute; desengaños y se sintió feliz de haber vencido por la ingratitud de los hombres. ¡Su espíritu se mantuvo siempre enhiesto porque él era la band
era azul que simboliza la libertad dentro del orden y una actitud firme de dignidad ante Colombia!
huellas son perdurables porque la virtud, como la primavera, es inolvidable; la caridad se multiplica como el trigo; la honradez brilla como el sol; la bondad del corazón trasciende como el pe
rfume de los campos... ¡Oh varón de excepción! Que enderezaste los pasos hacia metas de idealidad auténtica, sin otro deseo que alimentar al prójim
o con el manjar exquisito de tus nobles sentimientos. ¿Cómo podrá Popayán soportar tu partida, ahora que los objetivos que tú defendiste con valor
y denuedo padecen amenazas y riesgos? En este desmoronamiento general que caracteriza la sociedad moderna, ¿qué va a ocurrir si faltas tú, una de sus principal
es columnas? Sólo la Divina Providencia velará por el futuro incierto sembrando en el corazón de las gentes las fértiles semillas de tus cualidades human
as.
nt color="#000000">Como hombre de Fe y Caballero del Santo Sepulcro llevaste con resignación el peso de tu cruz. La adversidad fortaleció tu alma, y en la inmensa noch
e de la desolación que hoy empieza para nosotros, tú sólo ves la verdadera luz, la luz prometida a los justos, la luz de amor que consuela a tu nobilísimo y atribulado hoga
r, ¡la luz Divina que brilla desde el principio de los siglos y es armonía eterna!
<<<<<<<<<< Palabras pronunciadas por el doctor
Señoras, señores: g>Luis Velasco Villaquirán.
span> Esta inmensa multitud atribulada por el dolor y la pena, da la medida de la intensa amargura que embarga el espíritu de un pueblo desolado, ante la súbita desaparición de u
no de sus mejores hijos.
Sí. No es posible contener las lágrimas ante la ausencia definitiva de Carlos Angulo, cuya grata memoria se guardará concariño por las gentes, a quienes sirvió desvelada y generosamente, al impulso de su corazón magnánimo.
Con abnegación de apóstol, al fuego encendido de su profunda caridad cristiana, constantemente dejó de lado sus múltiples quehaceres, por demás excesivos, para atender discreta y silenciosamente a todos los oprimidos p
or el infortunio. Son millares las personas, y aquí está patente el testimonio multitudinario, a quienes mitigó su dolores y pesadumbres el hidalgo caballero; c
uyos restos mortales devolvemos con angustia infinita a la tierra insaciable.
n>Los dejados de la suerte lloran sin consuelo a su protector, porque sienten en lo más hondo de su vi
da atormentada la magnitud de la pérdida.
Pérdida enorme para la sociedad payanesa, que con Carlos Angulo, uno de sus más grandes valores humanos, ve partir un ejemplar de las virtudes insignes de sus antecesores, que ilustraron las más intensas páginas de su historia gloriosa. Un ciudadano que nunca dio reposo a su intenso labor
ar, que entregó sin reservas lo mejor de su vida inimitable a su religión, a su patria, a la sociedad, a sus ideales, a su familia, con desprendimiento increíble, sin esperar comp
ensaciones, que nunca quiso aceptar a pesar de sus grandes merecimientos y sus extraordinarias capacidades.
r="#000000">
El Partido Conservador especialmente, que contó a Carlos Angulo entresus consagrados capitanes, hoy suma a sus infortunios el de la muerte de este jefe ilustre, que jamás abandonó a sus tropas en las más arduas campañas y a quien nunca pudie
ron doblegar su alma templada al fuego toledano, ni con halagos ni con amenazas.
span>A semejanza de Ignacio de Loyola, fue Carlos Angulo un Paladín incansable, gran caballero de las
Milicias de Cristo. Sin actitudes heroicas, pero con singular firmeza, con valor y energía, se encontró siempre listo a la defensa de sus principios y de sus caros ide
ales, con resolución inquebrantable, y con ánimo sereno, con la entereza de un Cruzado. Se granjeó el respeto de sus más enconados adversarios, porque nu
nca en sus empresas manejó armas vedadas, que desdijeran de su nobleza castellana.
Al verlo entregado con afán incansable a sus diarias faenas, no podría creerse que la muerte implacable tronchara tan tempranamente esa vida meritoria, que hasta última hora tuvo un excepcional vigor de juventud. Pero Dios en sus arcanos insondables, disp
uso llevárselo a su seno soberano a recibir la recompensa merecida por sus virtudes egregias. Quiso darle la muerte apacible del justo, con que soñara el poeta: “
;Muy dulce morir antes que llegue la trémula vejez envuelta en frío”.
Murió en el mes de la Virgen, al reventar las primeras rosas de mayo, en armoniosa emulación de aromas y colores, en homenaje a la madre del amor hermoso y del dolor profundo. El alma de Carlos Angulo, flor de selección, abandona la humana envoltura para
cantar la gloria y alabanza de la Madre Divina, al pie de su Trono Celestial. Desde allí velará por nosotros con la misma indeclinable solicitud con que atendió
en la tierra a los afligidos y necesitados, que encontrara a su paso.
>Su madre admirable, su viuda y sus hijos, elementos sociables de la más alta distinción y señ
orío, en su justo e incansable duelo, tienen el dulce consuelo de una especial protección en el Reino que Dios ha destinado para sus elegidos.
<<<<<<<<<<
nt color="#000000">Palabras pronunciadas por el señor Pedro Antonio Paz Rebolledo.
>
Este dolorido concurso de personas, en su apretada heterogeneidad,que lo hace más significativo y trascendente, no ha llegado hasta aquí para llenar tan sólo un mero formulismo social ni por salvar una vana apariencia, sino a cumplir - quebrant
ando el espíritu por el dolor inmenso que le oprime -, la última obra de misericordia con quien las ejerció todas en la vida, haciendo de esta actividad evangélica el centr
o de sus más exquisitas complacencias y fincando en el amor y servicio del prójimo la razón de una existencia en que es imposible hallar, - oídlo bien -, un sólo d&i
acute;a, una hora siquiera, que no estuviesen señalados por la realización de alguna obra buena en el orden material, en el espiritual o en el moral.
En muy contadas ocasiones el dolor colectivo por la muerte de un hombre se ha sentido y expresado tan hondo y espontáneo y sincero como en la que nos mantiene, sollozantes y mudos, anclados en torno de esta tr&aacu
te;gica urna mortuoria, porque muy raras veces también, el sujeto desaparecido ha concentrado en sí tanta suma de merecimientos ante los hombres y ante Dios como los que acumuló e
ste cruzado caballero de Cristo; este hidalgo finísimo que hizo honor a la limpieza de su sangre; este ciudadano integérrimo; este incansable propulsor del progreso; este denodado luchad
or de los ideales democráticos; este hijo excelente, esposo y padre amantísimo; este amigo insigne de las más puras tradiciones de la ciudad y de la raza; este extraordinario ap&o
acute;stol de la caridad, que enjugó tantas lágrimas y vistió desnudeces sin cuento y mitigó tanta hambre y redimió tanta miseria y enderezó con paternal soli
citud hacia los luminares del Señor tanta vida extraviada; este hombre dulce y santo, orgullo, delicia y ornamento de la ciudad que lo vio nacer, le contó entre sus hijos más quer
idos, serviciales e ilustres, recogió ayer el postrer latido de su gran corazón y viene hoy, sumida en justo duelo inenarrable, a depositar amorosamente sus despojos inertes en la santa
parcela sombreada por la cruz redentora que señala el destino del hombre en los resplandores de Dios.
or="#000000">
Habiendo recibido de la Conferencia de San Vicente de Paúl de la parroquia de Santo Domingo, el encargo de hacer el justo elogio de su dignísimo socio y presidente, arrancado a nuestra presencia por Voluntad Divina, he de esbozar apenas, en las breves palabras q
ue permite un escrito de tal naturaleza, la sorprendente obra llevada a cabo por él en beneficio de los pobres ya que entre las muchísimas que ejecutó es la que mejor cuadra a la
índole de la institución que represento y porque si Carlos Angulo sobresalió en otras múltiples actividades, merecedoras todas, del reconocimiento ciudadano, y si fue, por
ejemplo, regio decoro de nuestro alto mundo social, su mano, que afiló la nobleza, trasmitió menos emoción a su espíritu al ponerse en contacto con la del engolado personaj
e o con la de la bella y aristocrática dama, que cuando se alargaba, compasiva, para levantar al caído y para socorrer al menesteroso.
Vinculado, como su ilustre padre, detan grata memoria, a la Sociedad Vicentina, halló en ella vasto y fecundo campo dónde ejercer la caridad que le encendía y abrasaba literalmente el alma. En la
Conferencia de Santo Domingo, de que fue fundador y Presidente por el querer unánime de sus consocios, edificó siempre, como lo había hecho en el de la Catedral, por su esp&iacut
e;ritu de apostolado; por la dulzura con que sabía insinuar a su cofrades los deberes que les correspondían y por la generosidad sin linderos con que en todo momento corrió a solu
cionar la aguda situación económica de una entidad que sólo cuenta con exiguos ingresos esporádicos para atender apremiantes necesidades de personas y familias presas del d
esamparo. El dolor ajeno le hincó en las entrañas mismas de su espíritu y por eso, lejos de adormecerse, como muchos, en el fácil disfrute de los propios
caudales, supo hacer de los medios que le había deparado el Cielo, no el fin de una vida precaria que se marchita y pasa, sino el adecuado instrumento de conseguir la eterna, la colmada de la
visión de Dios, aliviando las necesidades de nuestros semejantes. Pero su labor no se redujo, no podía reducirse, a la limosna material, sino que actuaba tambié
n y sobre todo, en las esferas del espíritu, parte esencial del hombre. Por eso muchos que le agradecieron en el mundo deben estarlo bendiciendo en el Cielo, en donde hoy ha
ido a recoger, de las manos de Dios, el sazonado fruto de las buenas obras que sembró aquí en la Tierra.
>
Más, para qué alargarnos en el recuento inútil de tantas virtudes de todo orden, ¿ cómo ennoblecieron esta vida que dejó de alentar, si todas ellas son conocidas, reconocidas y admiradas en la conciencia de cada ciudadano?
pan>
A qué hablar de la rectitud de proceder, de la bondad del corazón, de la delicadeza de sentimientos y ademanes, de la severidad en el cumplimiento de todos sus deberes,de la entereza de carácter, de la reciedumbre de la voluntad, de la ciega obediencia a la Divina, de su contribución decidida y generosa a cuánto redundará el bien com&uac
ute;n o se tradujera en el levantamiento del nivel cultural o moral de los asociados, sí, a pesar de los indecibles esfuerzos que hizo por esquivarse a las miradas de los hombres, por huir de l
os honores que le iban llegando por el camino ancho de sus merecimientos, todos tenemos la convicción profunda de que Carlos Angulo fue un valor sustantivo de esta tierra y de que su ausencia d
efinitiva e irremediable significa para Popayán un impacto tremendo de que no podrá restablecerse fácilmente porque hombre de apuesta envergadura sólo se los concede Dios a
una ciudad muy de tarde en tarde, sin duda como preciado galardón por motivos que él sabe, o como don gratuito, que al quitárselo, le haga sentir, en la orfandad del alma colecti
va, la urgencia de volver las miradas hacia los resplandores del Calvario, que limpia de egoísmo al hombre y lo hace capaz de servir como se debe, ¡a la comunidad de sus hermanos!<
/span> Si la vida de Carlos Angulo fue cátedra viviente de desprendimiento, de caridad cristiana que algo debió enseñar a los acaudalados insensibles, su muerte debe constituir t
ambién una lección y una advertencia para que quienes poseen bienes de fortuna no vacilen en emplearlos, como él, con dignidad humana, en el alivio de los menesterosos, lo cual re
porta retribuciones de valor infinito, según la palabra del Señor, que no falla.&
nbsp;El cuerpo de este émulo de los grandes benefactores de la humanidad, de este par de
un Pedro Lindo y de un Toribio Maya, de este afortunado discípulo de Vicente de Paúl y de Federico Ozanam, va a disolverse, envuelto en la estameña franciscana, entre una cripta
sin luz y sin encantos; pero su nombre refulgirá por siempre, pregonando las excelencias de su dueño, en el recuerdo agradecido de tantos miles de seres desvalidos a quienes favoreci&oac
ute; con larga y amorosa mano; en el quebrado corazón de su dulce y santa madre, de su dignísima y cristiana esposa, de sus amantes hijos y de sus hermanos, que sintieron tan de cerca la
grandeza de esa alma; en el de cuantos alguna vez le vieron hacer el bien a los demás, que fue su misión en este mundo, y en el de sus hoy desolados compañeros en la Sociedad de
San Vicente, que lo admiramos en toda la extraordinaria dimensión de su abrasada caridad, en la que hemos de inspirarnos para no desfallecer en la brega. Relativamente corta en l
a medida de los años, la vida mortal que acaba de extinguirse en el costado abierto de Jesús, fue lo bastante larga para edificar a su prójimo, llenar una misión dign&iacut
e;sima en la tierra y labrar la felicidad de muchísimos seres.
style="font-family: 'Souvenir Lt BT','serif'; font-size: 11pt">Descanse en paz el que la buscó siempre y propugnó por ella entre sus coetáneos. <
/span>Su obra magnífica de caridad esparcida queda en todos los hogares y personas flagelados del infortunio; su sagrada memoria, en el corazón de todos nosotros y “su alma inmorta
l, ¡en el seno de Dios!”.
<<<<<<<<<< Palabras del estudiante Carlos Zambrano Ulloa.>
Señoras, señores: En la vida romántica y desprevenida de las juventudes, este deber sagrado de acompañar hasta la tumba a los que parten, constituye un rito que sume al alma en reflexiones prematuras y profundas. La temporalidad y contingencia d
e la vida, nunca resaltan más que ante las mismas puertas de la muerte. Sólo los actos, la tan frecuente cruel elocuencia de los actos, logran el milagro de perpetuar
el recuerdo, delimitando sobre la eternidad, el perfil desvanecido de los muertos. Ante la utopía de la justicia humana, se remite a la divina la valoración definitiva
. Es que hasta la misma diafanidad cristalina de las lágrimas, que enturbian de dolor los ojos, dificultan la visión objetiva del ser a quien quisimos y nos lo rob&oac
ute; el destino para siempre. Cómo es de fácil, por eso, deshumanizar la memoria de los muertos, dilatando sus virtudes, deformando su personalidad auténtica en
consideraciones hiperbólicas, que más nos alejan del ser a quien quisiéramos conservar por siempre, que nos acercan al recuerdo de quien nunca quisimos separarnos.<
span>
>Luchan en mi alma la admiración devota y el cariño sin fronteras, que tratan de hacer fugar de mi pluma en dimensiones colosales, la concepción humana de Carlos Angulo.&nbs
p;
Mi lealtad a su memoria, que en su desconcertante humildad, opta por la crítica ante la posibilidad del justo elogio, contiene los juicios sinceros y exactos, con los que no puedo herir la susceptibilidad de su recuerdo. Tempranamente, impulsado por mi sangre y por mi espíritu, me lancé a luchar por los ideales del conservatismo, siguiendo la direcci&o
acute;n de sus eximios jefes, familiarizándome con sus doctrinas y sus hombres. Só;lo entonces conocí a Carlos Angulo: en el mismo corazón del pueblo.
n> En las almas campesinas, inocentes y sencillas, en donde su bondad apostólica filtró luces radiantes de esperanza. En los espíritus escép
ticos atormentados por el hambre, la desnudez y la miseria. En las chocitas humildes engastadas en el corazón de las montañas, que pugnan, en desesperado esfuerzo, por
sostener pajizos techos en ruina amenazante. Recorriendo los campos, las cordilleras y los valles, las aldeas, las veredas y los pueblos, ese hombre extraordinario fue contagiando
su fervor al pueblo, rompiendo la monotonía elemental y rústica de esas vidas de trágico destino. El concepto de partidos y su nombre se fundieron, duplicando l
a mística por el conservatismo, entre sus filas más humildes y sencillas, que él más que nadie simbolizaba y contenía. El mítico prestigio
de su nombre le entregó la bandera, que llevaron sus manos firmes y valientes a todos los combates: digna y altiva en las derrotas; patriota, noble y humana en las victorias.
>¡Sobre su horizonte supo fundir ese girón azul del iris con el azul permanente de los cielos!
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Cuántas lecciones sabias aprendió con él mi inexperiencia. Movía a luchar por la firmeza de sus convicciones y la rectitud de su conciencia. Sin pedir cuartel, nunca recogió la derrota ni especuló
con la victoria. Desinteresadamente, su generosidad fue ilímite, desechando prominentes posiciones, distinciones honoríficas, y puestos de representación, con l
os que el partido quiso siempre distinguir en el Cauca a uno de sus hijos más preclaros. Sólo reclamaba la línea de peligro, desde donde su valor, su acertada y
prudente dirección y su amor indeficiente hacia el conservatismo, decidieron favorablemente mil batallas. Como si presintiera el cercano final de su preciosa vida, dej&oacut
e; incluir su nombre en la lista de candidatos a la Cámara de Representantes, en el pasado debate electoral; pero no en el primer renglón como el partido le pedía, sino en el &uac
ute;ltimo que él reclamó, por disciplina. La injusticia de los hombres, patentizada en la absurda división y el abominable sectarismo, sacrificó su nombr
e.
Pero eso se relieva exótica su figura por sobre la descomposición de nuestra sociedad y nuestro ambiente. t color="#000000">Ese gesto ejemplar fue su última lección a la juventud conservadora, que debe lograr la unión del conservatismo, por la moralización de sus cuadros y la e
scogencia acertada de su rumbo y de sus jefes.
>Humano, inmensamente humano, la delicada sensibilidad de su espíritu no era extraña al dolor ni a las necesidades de sus prójimos. Silenciosamente, casi sin go
lpear a las puertas de los corazones, se llegaba hasta los pobres, para que en esa forma, su inmensa caridad cristiana fuera casi imperceptible. La ostentación y los vanos re
lumbrones de oropel, no tuvieron asidero en ese espíritu de selección, verdadera columna moral, base y sostén de cualquier sociedad contemporánea.
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Camino dela perfección, dominó su propia naturaleza, logrando llegar a ser el caballero del ideal y un ideal de caballero. Felices las familias que puedan enorgullecerse de produci
r hombres como Carlos Angulo. Orgullosas las ciudades que puedan tener entre sus hijos predilectos, valores de esos quilates, porque no habrá sido total el relajamiento moral
de las costumbres, ni definitiva la crisis de la humanidad. Su vida de ejemplo, es su mejor legado a las generaciones que comienzan a vivir. En este accidentado bata
llar, nos sustrajo muchas veces a la desilusión y al desconcierto prematuro, ante ese espectáculo sombrío y letal de las traiciones, de las deslealtades, de las claudicaciones a u
na causa, que él nos enseñó a amar, grabando en nuestro corazón un anhelo innominado por seguir tras de sus huellas. Siempre, identificándonos a &
eacute;l secretamente, en la esperanza de lograr un día, la continuación de ese obrar indefinido y permanente. El gran contenido social de su vida, que la orient&oacut
e; indiscriminadamente, hacia los desposeídos, debiera ser la preocupación permanente de la juventud, que ha aprendido a conocer y sufrir en carne propia los problemas y las necesidades
inefables de un pueblo, que él comprendió compartiendo espiritualmente su destino hasta la muerte.
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La orfandad, no es la de sus hijos, que está compensada por la presencia insustituible de la madre extraordinaria que colma todos los vacíos. La orfandad, la verdadera orfandad conmovedora, es la de su pueblo, que ya siente el implacable v
acío de su irreparable ausencia. Las juventudes conservadoras del Cauca, rinden el más ferviente homenaje póstumo de su lealtad al jefe esclarecido y al orientador
permanente; y en nombre mío, se hacen presentes en esta hora luctuosa de dolor y angustia. Ante los restos mortales de Carlos Angulo, a un miembro de la juventud conservadora, no
le quedan más palabras que las que contiene la frase del verso de un poeta americano:&q
uot;¡Oh Capitán, mi Capitán!" <<<<<<<<<< <
font color="#000000"> FALTO EN EL ENTIERRO DE CARLOS ANGULO A.,
UN VOCERO DE LOS POBRES Y DESHEREDADOS Publicado en E
l Liberal de Popayán No. 6.163 del martes 10 de mayo de 1960, por Luis Genaro Rojas Chaux, C.M.. Solamente la consideración con la fa
tiga del público después de tantos discursos, y el temor de empañar con una intervención imp
Carlos Manuel De Angulo Arboleda |
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