Woudwyk Genealogía » Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz (Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz) de Oviedo ,gobernadora de Valencia 1099-1102,condesa de Oviedo,la esposa de El Cid, (1046-1116)

Persoonlijke gegevens Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz (Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz) de Oviedo ,gobernadora de Valencia 1099-1102,condesa de Oviedo,la esposa de El Cid, 


Gezin van Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz (Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz) de Oviedo ,gobernadora de Valencia 1099-1102,condesa de Oviedo,la esposa de El Cid,

Zij is getrouwd met Rodrigo Díaz de Vivar el Cid Campeado Don Rodrigo el Cid Campeador Rodrigo ,Ruy ,el Campeador el Cid ,Rodrigo el Cid Campeador Díaz de Vivar y Mendoza ,Cid Campeador, el Cid (del árabe 'as-sidi' que significa 'el señor'), infanzón castellano,Señor de Valencia,líder militar castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada el Levante de la península ibérica,Señor de Valencia 17 jun 1094-1099,"Héroe Nacional" Español,marqués del Cenete y conde del Cid, gesta heroica del 'Cantar' o 'Poema de Mio Cid',Gesta Roderici Campidocti,alferez real y prmer caballero del rey Fernando I el Magno el Grande de Castilla de Leon y Asturias,conde consorte de Oviedo,,de origen hidalgo, ingresó muy joven en el séquito del infante Sancho de Castilla (futuro rey Sancho II),el gran cantar de gesta en lengua castellana el Cantar de Mio Cid,sus espadas Colada y Tizona ,.

Zij zijn getrouwd jul 1074 ,1075 ,12-05-1076, zij was toen 29 jaar oud.


Kind(eren):



Notities over Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz (Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz) de Oviedo ,gobernadora de Valencia 1099-1102,condesa de Oviedo,la esposa de El Cid,

Jimena Díaz
Señora de Valencia
1868, Mugeres célebres de España y Portugal, Gimena mujer del Cid, AB195 0363 (cropped).jpg
Retrato de Jimena en una litografía del siglo xix
Ejercicio
17 de junio de 1099 - 1102
Predecesor Rodrigo Díaz
Información personal
Nacimiento c. 24 de julio de 1046
Fallecimiento 1116
Burgos
Sepultura Monasterio de San Pedro de Cardeña (1102)
Catedral de Burgos (1921)
Familia
Padre Diego Fernández
Madre ¿Cristina? Fernández
Consorte Rodrigo Díaz de Vivar
Hijos Cristina, Diego y María

Jimena Díaz (Asturias, antes del 24 de julio de 1046 a - probablemente en 1116b) fue la esposa de Rodrigo Díaz el Campeador, con quien contrajo matrimonio entre julio de 1074 y el 12 de mayo de 1076,5 y a la muerte del Cid, gobernadora de Valencia entre 1099 y 1102.6


Familia
Ancestros


Gigantes del Cid y Jimena en las fiestas de Burgos.
Jimena Díaz, según la genealogía propuesta por la profesora Margarita Torres Sevilla-Quiñones de León, basada en fuentes narrativas y documentales, fue hija del conde Diego Fernández, fallecido antes del 24 de julio de 1046, y de una dama de apellido Ferná;ndez, probablemente llamada Cristina. El conde Diego Fernández, hijo del conde Fernando Flaínez (de la Casa de Cea) y de Elvira Peláez, casó dos veces; en primeras nupcias con Elvira Ovéquiz y en segundas con Cristina Fernández.


Según la Historia Roderici, Jimena fue nepta (sobrina) del emperador Alfonso VI de León. La autora, Margarita Torres, reconstruye el esquema genealógico de los Flaínez y la dinastía reinante para esclarecer el parentesco entre Jimena y el monarca que viene por el lado paterno (los Flaínez), ya que el rey Alfonso VI y Jimena comparten como ancestros al conde Bermudo Núñez y su esposa Argilo. Partiendo de esta relación, Jimena sería prima tercera del emperador.7Ramón Menéndez Pidal (La España del Cid, II, pp. 722-723) sugería que la madre de Jimena Díaz era de sangre real y que quizás la esposa de Fernando Gundemáriz, quien sería el abuelo materno de Jimena Díaz, fuera Jimena Alfonso, hija del rey Alfonso V de León.8 Esto se debe a que Jimena aparece confirmando la donación de Muniadona y su hijo Fernando Gundemáriz en 1036 a su media hermana, la monja Gontrodo Gundemáriz, aunque en el documento no se especifica si había alguna relación familiar entre la infanta y Fernando.9 También se ha propuesto como esposa de Fernando Gundemáriz a una Sancha Ordóñez, supuesta hija de Ordoño Ramírez el Ciego y de Cristina Bermúdez, aunque Sancha no está documentada como hija de estos infantes.910 La esposa de Fernando Gundemáriz, según consta en un diploma portugués datado en 1045, fue Muniadona Ordóñez, hija de Ordoño Ramírez, bisnieto del conde Gonzalo Menéndez, y de su esposa Elvira.111213 En 1045 Menendo Folienz con su mujer Gontrodo Ordóñez menciona una heredad que Ordoño Ramírez había donado a su yerno Fernando Gundemáriz y a su mujer Muniadona Ordóñez. Por consiguiente, la mujer de Fernando Gundemáriz se llamaba Muniadona Ordóñez, fue hija de Ordoño Ramírez, que fue bisnieto del conde Hermenegildo González y su esposa la condesa Muniadona Díaz, miembros de la más alta nobleza galaicoportuguesa.11


[mostrar]Ancestros de Jimena Díaz
Hermanos
El padre de Jimena probablemente casó dos veces.14 Las hijas documentadas del primer matrimonio con Elvira Ovéquiz, hija del conde Oveco Sánchez y la condesa Elo, fueron:


Onneca Mayor Díaz, casada con Gundemaro Iohannes (Ibáñez);15
Aurovita Díaz, casada con Munio Godesteiz.16c En el Cantar de mio Cid y en otras historias se menciona que Munio Godesteiz (que probablemente se identifique con el Muño Gustioz del Cantar),18 quien sería cuñado de Jimena, combatió junto al Cid y que acompañó a Jimena en su viudedad.
De su segundo matrimonio con una hija de Fernando Gundemáriz, hijo del conde Gundemaro Pinióliz, posiblemente llamada Cristina,9 nacieron, aparte de Jimena Díaz:19


Rodrigo Díaz, conde en Asturias. Según el registro del Monasterio de Corias en Asturias, pudo haber casado con una Gontroda, padres de Sancha y de Mayor Rodríguez.20
Fernando Díaz,21 conde en Asturias al fallecimiento de su hermano. Casó en primeras nupcias con Godo González Salvadórez,d hija de Gonzalo Salvadórez y Elvira Díaz, sin sucesión de dicho matrimonio. Contrajo segundo matrimonio con Enderquina Muñoz, hija del conde Munio González y la condesa Mayor Muñoz,e con dilatada sucesión.
Biografía


Donación de Jimena Díaz del diezmo de todos sus bienes a la catedral de Valencia el 21 de mayo de 1101. Se conserva en Archivo de la Catedral de Salamanca, caja 43, leg. 2, n.º 71.22
Después de casarse con Rodrigo Díaz (según la tradición legendaria, en la iglesia de san Miguel de Palencia), acompañó a su marido, aunque no se ha podido determinar si residió con él en la taifa de Zaragoza durante el primer destierro del Campeador (entre 1080 y 1086) como caudillo del ejército del reino andalusí al servicio de Al-Muqtadir, Al-Mu'taman y Al-Musta'in II. Tampoco hay seguridad de que marchara en este periodo a Asturias, pues en el documento en el que se basaba esta hipótesis (un pleito de Tol de 1083) ella intervino en ausencia.f


Al inicio del segundo destierro del Cid, en 1089, Jimena fue puesta en prisión con sus hijos Cristina, Diego y María por mandato de Alfonso VI. No se sabe nada más de Jimena hasta fines de 1094, cuando Rodrigo Díaz vence el 21 de octubre en la batalla de Cuarte, asegura su dominio sobre Valencia (que había conquistado el 17 de junio de ese año) y se reúne definitivamente con su marido hasta su muerte en verano de 1099.


Desde ese momento fue señora de Valencia plenipotenciaria hasta 1102 cuando Alfonso VI, su primo, decide abandonar la ciudad a los almorávides, no sin antes incendiarla, ante las nulas posibilidades de mantener esta plaza, escoltando a Jimena en su regreso a Castilla. De este periodo se conserva una donación hecha por Jimena Díaz a la catedral de Valencia en 1101, donde consta su firma autógrafa.


En 1103 firma en San Pedro de Cardeña un documento por el que vende un monasterio de su propiedad a dos canónigos de Burgos, aunque tal hecho no significa que Jimena viviera recluida en la abadía cardeñense durante toda su viudedad, como sostiene la tradición legendaria difundida por el cenobio a partir del siglo XIII en los materiales de cariz hagiográfico conocidos como Leyenda de Cardeña. Más probable es que viviera sus últimos años en Burgos o en alguna localidad próxima a dicha ciudad. Murió entre el 29 de agosto de 1113 y 1116, probablemente en este último año.24


Fue enterrada junto al Cid en el monasterio de San Pedro de Cardeña, siendo expoliados durante la Guerra de Independencia española. En 1921 los restos se trasladaron desde Francia a la catedral de Burgos, donde permanecen.


Matrimonio e hijos
Se casó entre julio de 1074 y el 12 de mayo de 1076 con Rodrigo Díaz el Campeador5 como política de acercamiento entre los nobles de Alfonso VI, teniendo la siguiente sucesión:


Cristina (c. 1075-?) casó con Ramiro Sánchez, señor de Monzón, hijo del infante Sancho Garcés y de Constanza, y nieto del rey García Sánchez III de Pamplona, siendo padres de, entre otros, el rey García Ramírez de Pamplona el Restaurador.
Diego (c. 1076-1097) muerto en la batalla de Consuegra
María (1077-1105) contrajo matrimonio con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona.
Cine y teatro
El Cid (Estados Unidos, 1961), interpretada por Sofía Loren.
El amor es un potro desbocado teatro (1959).
Anillos para una dama teatro (1973).
Ruy, el pequeño Cid TV animación (España, 1980) .
El Cid, la leyenda animación (España, 2003).
El Cid serie TV (España, 2020), interpretada por Lucía Guerrero.
Notas
 Tuvo que nacer antes del 24 de julio de 1046, cuando ya había fallecido su padre según consta en un documento en la Catedral de Oviedo donde figuran Onneca Díaz y su marido Gundemaro Iohannes como testamentarios del conde Diego Fernández y su mujer Elvira, haciendo una donación a dicha iglesia de la villa de Arabe junto al mar y una heredad en Opias. Dicen que dichas propiedades habían sido del conde Oveco y la condesa Elo.123
 La fecha de la muerte de Jimena Díaz transmitida por el Breviario de Cardeña de 1327 es MCXLII de la Era y los Anales Toledanos Terceros consignan MCXLIIII, donde debe leerse MCXLII, es decir, 1106. Estos testimonios concuerdan con la fecha recogida en la Primera Crónica General; todo ello llevó a Antonio Ubieto Arteta a postular esta fecha como la de su muerte. Pero dado que el diploma cardeñense de 29 de agosto de 1113 es testimonio irrefutable de que ese día aún vivía Jimena Díaz, seguramente se añadió por error una X a la fuente original, con lo que la lección correcta sería en lugar de MCXLII, el año de la Era de MCLII, que corresponde a 1116.4
 El 4 de diciembre de 1083, el conde Rodrigo Díaz y su hermano Fernando Díaz donan al Monasterio de San Vicente en Oviedo sus raciones hereditarias en la villa llamada Logicum Sancti Petri para la redención de sus almas. Una de las partes que donan dicen la había adquirido su hermana Aurovita Díaz por carta de dote de su marido Munio Godesteiz.17
 Monasterio de San Salvador de Oña en Burgos el 21 de julio de 1087, Fernando Díaz, cumplimentando el testamento de su esposa la condesa Godo, entrega al monasterio cuanto había heredado de su padre y de su tío Álvaro Salvadórez en Hermosilla.17
 Monasterio de San Pelayo (Oviedo), 17 de abril de 1097, carta de dote del conde Fernando Díaz a favor de su esposa la condesa Enderquina, hija del noble Munio González.16
 En un documento de la sede ovetense, los tres hermanos, Rodrigo, Fernando, y Jimena Díaz sostienen un pleito con el obispo por los derechos sobre el monasterio de Tol, perteneciente a la sede desde la donación hecha por Gontrodo Gundemáriz.23
Referencias
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 196.
 «Jimena Díaz». Biografías. Real Academia de la Historia. Consultado el 11 de enero de 2021.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 2000, p. 19 PDF.
 Montaner Frutos, 2011, p. 700.
 Montaner Frutos, 2006, p. 335 y n. 21.
 «Jimena Díaz». COndado de Castilla.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 198.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 192.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 199.
 Carriedo Tejedo, 1984, pp. 1010-1011.
 García Álvarez, 1960, p. 220.
 Mattoso, 1981, p. 150.
 Herculano, 1869, pp. 207-208, doc. CCCXL.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 2000, p. 196.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, pp. 194-195.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 194.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 203.
 Montaner Frutos, 2011, p. 757.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 204.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 200.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, pp. 203-204.
 Véase Menéndez Pidal, «Autógrafos inéditos del Cid y de Jimena en dos diplomas de 1098 y 1101», Revista de Filología Española, t. 5, 1918. Madrid, Sucesores de Hernando, 1918. Copia digital: Valladolid, Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo. Dirección General de Promociones e Instituciones Culturales, 2009-2010. Original en Archivo de la Catedral de Salamanca, caja 43, leg. 2, n.º 71.
 Torres Sevilla-Quiñones de León, 1999, p. 193.
 Montaner Frutos, 2011.
Bibliografía
Carriedo Tejedo, Manuel (1984). «La ascendencia de doña Jimena Díaz, mujer del Cid». Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos (113, año 38): 999-1066. ISSN 0020-384X.
García Álvarez, Manuel Rubén (1960). «¿La Reina Velasquita, nieta de Muniadomna Díaz?». Revista de Guimarães (Guimarães: Sociedade Martins Sarmento) (70): 197-230. ISSN 0871-0759. Archivado desde el original el 6 de octubre de 2013. Consultado el 6 de julio de 2014.
Herculano, Alexandre (1869). Portugaliae Monumenta Historica: Documenta et chartae. I, fasc. II. Lisboa: Academia das Ciências de Lisboa. OCLC 504624362.
Mattoso, José (1981). A nobreza medieval portuguesa, a família e o poder (en portugués). Lisboa: Editorial Estampa. OCLC 8242615.
Montaner Frutos, Alberto (2006). «Ficción y falsificación en el cartulario cidiano». Cahiers de linguistique hispanique médiévale 29: 327-357. ISBN 978-2-84788-097-7. Consultado el 26 de junio de 2011.
Montaner Frutos, Alberto (2011). Cantar del mio Cid. Barcelona: Galaxia Gutenberg; Real Academia Española. pp. 260 y notas 6 y 7. ISBN 978-84-8109-908-9.
Torres Sevilla-Quiñones de León, Margarita Cecilia (1999). Linajes nobiliarios en León y Castilla (Siglos IX -XIII). Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura. ISBN 84-7846-781-5.
Torres Sevilla-Quiñones de León, Margarita Cecilia (2000-2002). «El linaje del Cid». Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval (13): 343-360. ISSN 0212-2480.


https://es.wikipedia.org/wiki/Jimena_D%C3%ADaz


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Jimena diaz
Doña Jimena Díaz (también deletreada Ximena) (antes de julio de 1046 [a] -c.1116 [3] ) fue la esposa de El Cid , con quien se casó entre julio de 1074 y el 12 de mayo de 1076, [4] y sucesora de su marido como gobernante. de Valencia de 1099 a 1102. La grafía Jimena es del español moderno. En los documentos de su época, su nombre se deletreaba Ximena y luego se pronunciaba como “Shimena”.


Biografía
Jimena era hija de Diego Fernández , conde de Oviedo , hijo del conde Fernando Flaínez . Su madre era su esposa Cristina. Era hermana de Fernando Díaz , conde de Asturias.


Al casarse con Rodrigo Díaz , Jimena Díaz acompañó a su marido aunque no se ha aclarado si vivió con él en la taifa de Zaragoza durante su primer exilio (de 1080-1086) como líder del ejército andaluz al servicio de Ahmah al-Muqtadir , Yusuf . al-Mu'taman ibn Hud y Al-Mustain II . También hay poca certeza histórica sobre si ella se trasladó con él en este período a Asturias, aunque existe alguna documentación que sugiere que mantuvo su presencia incluso durante los períodos de separación (una acción legal de Tol en 1083 ) . [b]


Al comienzo del segundo exilio del Cid, en 1089, Jimena fue encarcelada con sus hijos, Cristina, Diego y María por mandato de Alfonso VI de León y Castilla . De Jimena no se sabe nada más hasta finales de 1094, cuando Rodrigo Díaz, el 21 de octubre, ganando la batalla de Cuarte, asegura el control de Valencia (que había conquistado el 17 de junio de ese año) y se reencuentra con su marido. hasta su muerte en 1099.


Desde este momento fue Señora de Valencia hasta 1102 cuando Alfonso VI, su pariente, decide incendiar y abandonar la ciudad a los almorávides ante la imposibilidad de defenderla. Alfonso VI escoltó a Jimena en su regreso a Castilla. De esta época queda un documento de donación hecho por Jimena Díaz a la Catedral de Valencia en 1101 que contiene su firma.



Esculturas modernas que representan a Jimena y su esposo
En 1103 firmó en el Monasterio de San Pedro de Cardeña un documento para la venta de un monasterio que ella poseía a dos canónigos de Burgos , aunque este hecho no significa que Jimena hubiera vivido en la abadía durante su vejez, como fue leyenda mantenida por el monasterio hasta el siglo XVIII en los textos hagiográficos conocidos como La Leyenda de Cardeña . Es más probable que viviera sus últimos años en Burgos o en un barrio periférico cercano. Murió en algún momento entre el 29 de agosto de 1113 y 1116, probablemente en ese último año. [3] De sus tres hijos, Diego murió; en combate bajo Alfonso VI en 1097, Cristina se casó con Ramiro Sánchez de Monzón y se convirtió en madre del rey.García Ramírez de Navarra , mientras que María fue sucesivamente esposa de un príncipe de Aragón y de Ramón Berenguer III, conde de Barcelona .


entierro


Tumba de Doña Jimena y su esposo
Jimena y su esposo fueron enterrados en San Pedro de Cardeña. Después de que las tumbas fueran saqueadas durante las Guerras Napoleónicas , se volvieron a enterrar en Burgos, y ahora descansan en la Catedral de Burgos .


Notas
 El conde Diego murió antes del 24 de julio de 1046 cuando su hija Onneca Díaz y su marido Gundemaro Iohannes aparecen en una carta de la Catedral de Oviedo como albaceas de su testamento. [1] [2]
 En carta de la Catedral de Oviedo, los tres hermanos Rodrigo, Fernando y Jimena Díaz entablaron una acción judicial con el obispo por el derecho sobre el monasterio de Tol que pertenecía a la catedral tras haber sido donado por Gontrodo Gundemáriz, hija de Gundemaro Pinióliz . [5]
Referencias
 Torres Sevilla-Quiñones de León 1999 , págs. 196–197.
 Torres Sevilla-Quiñones de León 2000 , p. 19
 Montaner Frutos 2011, p. 700.
 Montaner Frutos 2011 , pág. 335 y n. 21
 Torres Sevilla-Quiñones de León 1999 , p. 193.
Bibliografía
Montaner Frutos, Alberto, ed. (2011). Cantar de mio Cid (en español). Barcelona: Galaxia Gutenberg; Real Academia Española. ISBN 978-84-8109-908-9.
Torres Sevilla-Quiñones de León, Margarita Cecilia (1999). Linajes nobiliarios de León y Castilla: Siglos IX-XIII (en español). Salamanca: Junta de Castilla y León, Consejería de educación y cultura. ISBN 84-7846-781-5.
Torres Sevilla-Quiñones de León, Margarita Cecilia (2000–2002). "El linaje del Cid" (PDF) . Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval (en español) (13): 343–360. ISSN  0212-2480 . Archivado desde el original (PDF) el 17 de octubre de 2013.
Enlaces externos
Forjando una Identidad Cristiana Española Única: Santiago y El Cid en la Reconquista
jimena diaz
Nacido: antes de julio de 1046 Muerto: c. 1116
títulos de reinado
Precedido por
rodrigo diaz de vivar
Dama de Valencia
1099-1102 Sucesor
Yusuf ibn Tashfin
como emir de los almorávides


https://en.wikipedia.org/wiki/Jimena_D%C3%ADaz 


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Guido medieval MXCVII
Monumento al Cid Campeador en Burgos/España
Uno de los más grandes héroes de la Península Ibérica, un granero de héroes.
Combatiendo durante las victoriosas Cruzadas de la Reconquista, castellana por excelencia, fue reconocido incluso por sus enemigos, que lo admiraban y se dignificaban en la derrota, alabando el valor de quienes los vencían.
Este fue el caso del escritor árabe Ibn Bassam, quien al describir el sitio de Valencia lo retrata como uno de los milagros de la cristiandad, por la firmeza de su carácter, el desprecio por la muerte y el respeto por sus adversarios.
Sus hazañas fueron durante mucho tiempo coreadas por los trovadores (ancestros artísticos de los repentistas). Uno de los más conocidos es el poema épico 'O Cantar de Cid', poema épico popular transcrito por Pedro Abád.
Cuenta la leyenda que al día siguiente de su muerte, durante el sitio de Valencia, su mujer Jimena mandó armar el cadáver del Cid y montarlo sobre su caballo Babieca para levantar la moral de sus tropas. En una versión de la historia, el general Rodrigo y sus caballeros siguen a Babieca, quien arremete con fiereza contra los sarracenos, y ganan un estruendoso ataque contra los sitiadores valencianos, lo que resulta en una catarsis de ataque desesperada, pero batalla ganada por generaciones de cristianos que seguido


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El 17 de junio de 1094 Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, conquista Valencia.


La ciudad de Valencia, por su posición estratégica como puerto y población principal en el curso del Turia, había sido ya ambicionada por el monarca leonés Fernando I, quien dirigió una expedición contra sus murallas en 1065. Sin embargo, no fructificó. Años después, en 1092, Rodrigo Díaz de Vivar, desterrado por vez segunda por Alfonso VI, partió con sus mesnadas hacia Valencia, con la intención de aprovechar la inestabilidad política que allí se respiraba tras la llegada de los almorávides, con una ciudad dividida entre los que eran partidarios de entregarse a los almorávides y los partidarios de entregar la ciudad al Campeador.


Para 1093, asentado primero El Puig y luego en La Derramada, lanzó incursiones contra la huerta valenciana, arrasando sus tropas con cultivos e infraestructuras agrícolas. Tal era la presión de las tropas del Cid que los sitiados salieron por la llamada puerta de Roteros a hacerles frente, pero se tuvieron que retirarse. El Cid, por su parte, ocupó arrabal tras arrabal, en los que asentó guarniciones. La situación de Valencia se hizo insostenible cuando el Cid trasladó su campamento a La Roqueta. Ahogada con un cerco más estrecho, la ciudad fue víctima de la peste y el canibalismo toda vez que los locales terminaron con los caballos. Finalmente, el asedio terminó un 17 de junio de 1094. El Cid permitió a cuantos musulmanes quisiesen permanecer en la ciudad previo pago de un diezmo, y a quienes deseasen partir, la seguridad de poder hacerlo junto a todas sus pertenencias.


El Cid tomó posesión de la ciudad titulándose «príncipe Rodrigo el Campeador», considerándose un soberano autónomo pese a no tener ascendencia real. Para consolidar su señorío independiente sobre Valencia, se alió con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide, casando a sus hijas con altos dignatarios: Cristina con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona y María con Ramón Berenguer III. Tales vínculos confirmaron la veracidad histórica de los versos 3.724 y 3.725 del Cantar de mio Cid: «hoy los reyes de España sus parientes son,/ a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». En efecto García Ramírez el Restaurador fue nieto del Cid y rey de Pamplona; asimismo, Alfonso VIII de Castilla era tataranieto del Campeador.


Pero la presión almorávide no cejó y a mediados de septiembre de ese mismo año un ejército al mando del sobrino del emperador almorávide Yusuf, llegó hasta Cuart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, siendo derrotados por el Cid tras la Batalla de Cuarte. Con el fin de asegurarse las rutas del norte del nuevo señorío, Rodrigo consiguió aliarse con el nuevo rey de Aragón Pedro I, que había sido entronizado poco antes de la caída de Valencia.


En 1097 una nueva incursión almorávide intentó recuperar Valencia, pero cerca de Gandía fue derrotado otra vez por el Campeador con la colaboración del ejército de Pedro I de Aragón en la batalla de Bairén. A fines de ese mismo año tomó Almenara, cerrando así las rutas del norte de Valencia y en 1098 conquistó definitivamente la imponente ciudad fortificada de Sagunto, con lo que consolidaba su dominio sobre la que había sido anteriormente taifa de Balansiya.


Pero el Cid morirá en 1099. El vacío que deja no tarda en hacerse patente. Jimena, su viuda, intentará defender el legado de su marido con la ayuda de su yerno el conde de Barcelona y del rey de León y Castilla, pero todo será en vano. En 1102 se ve obligada a evacuar la ciudad, que será tomada por los almorávides. Para entonces es evidente que sólo el genio militar de Rodrigo había permitido la conquista y mantenimiento de Valencia. En adelante, la leyenda del Cid, iniciada ya en vida, cobrará fuerza paso a paso.


Imagen: El Cid entrando en Valencia. Autor, Justo Jimeno Bazaga


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CANTARES DE GESTA: HÉROES Y GUERREROS
En la España de los reinos cristianos del siglo XII, las cualidades más apreciadas de un hombre eran el valor físico y la capacidad para organizar un ataque guerrero, una resistencia o una ciudad conquistada. La lealtad a los jefes y a los compañeros de lucha, la protección a los débiles - mujeres, niños y ancianos- y el respeto y devoción a la fe cristiana eran condiciones ineludibles que debían ponerse de manifiesto en cualquier hombre que aspirase a ser cabeza de una comunidad.
La respuesta que la literatura daría a las exigencias mencionadas, fueron los poemas épicos o cantares de gesta. Aunque se tiene la certeza de que se escribieron muchos, sólo uno nos ha llegado completo: El Cantar de Mío Cid, Se exalta en él la figura de don Rodrigo Díaz de Vivar, infanzón castellano nacido hacia 1043 y muerto en Valencia en 1099. Héroe de carne y hueso que inspiró nuestra primera obra literaria.
El Cantar de Mío Cid ha llegado hasta nosotros en un sólo manuscrito de autor anónimo, pues únicamente sabemos el nombre de la persona que hizo la copia, un tal Per Abbat. Esa copia única y preciosísima se conserva guardada en la Biblioteca Nacional de Madrid. Está compuesto de 3.735 versos y dividido en tres grandes partes, a saber: El destierro, Las bodas de las hijas del Cid, y La afrenta de Corpes. En ellas se relatan las hazañas del Cid, nombre dado por los musulmanes a don Rodrigo Díaz de Vivar (sidi en árabe significa «señor»), desde su salida de Castilla, desterrado por el rey, hasta la conquista de Valencia.
En el Cantar Primero (El destierro) se cuenta la salida de Castilla, la despedida del Cid de su esposa, doña Jimena, y de sus hijas, doña Elvira y doña Sol, y la entrada en tierras de moros del pequeño ejército cidiano, con las primeras escaramuzas, batallas y victorias. En esta parte conocemos a los principales personajes del Cantar: a Minaya Alvar Fáñez, lugarteniente del Cid; a Martín Antolínez, «el burgalés cumplido, el burgalés de pro», caballero pí;caro que engaña a los judíos Raquel y Vidas, obteniendo de ellos un préstamo de seiscientos marcos a cambio de unas arcas llenas de arena que Martín Antolínez asegura que están repletas de oro; engaño que permite al Cid abastecer a su pequeño ejército de amigos y parientes. En este Cantar Primero está uno de los episodios más finamente humorísticos de la obra: el vencimiento y prisión del conde de Barcelona, quien declara una huelga de hambre, que cesa al ser invitado por el Cid a una suculenta comida, tras la cual el conde, malhumorado, fanfarrón y cobardica, recobra su libertad, otorgada generosamente por don Rodrigo. El rey de Castilla Alfonso VI comienza a dar señales de reconciliarse con el Cid cuando recibe los obsequios que éste le envía a través de Minaya Alvar Fáñez.
El Cantar Segundo (La bodas) se inicia con la campaña levantina hasta el cerco y conquista de la ciudad de Valencia. El rey se reconcilia formalmente con don Rodriga y propone a éste las bodas de doña Elvira y doña Sol con los infantes de Carrión. Celébranse las bodas en Valencia.
El Cantar Tercero (La afrenta de Corpes). Los yernos del Cid, don Fernando y don Diego, infantes de Carrión, que en principio fueron bien acogidos por los guerreros y parientes cidianos, al dar pruebas de indudable cobardía ante el enemigo musulmán son tratados con desprecio y burla por quienes anteriormente les habían recibido con respecto y afecto. Despechados los infantes se despiden del Cid y, con el pretexto de mostrar a sus esposas las tierras de Carrión, abandonan Valencia. En el camino desfogan en sus jóvenes esposas todo el resentimiento y la ira que han ido acumulando, las golpean brutalmente y las abandonan, medio desnudas e inconscientes, en el Robledal del Corpes. De allí son rescatadas y auxiliadas por su primo Félez Muñoz. Cuando el Cid se entera del inicuo comportamiento de sus yernos, actúa ateniéndose a la legalidad: en vez de tomarse la justicia por su mano, solicita del rey una reunión urgente de las Cortes en Toledo. Allí tendrá lugar lo que hoy llamaríamos un juicio civil en el cual don Rodrigo recupera sus espadas Colada y Tizona (valiosísimas, ofrecidas como regalo a los infantes con motivo de las bodas) y la dote de sus hijas. Liquidada la cuestión civil, los infantes son acusados de felonía y cobardía. Estas acusaciones se dirimen en un duelo que tres semanas más tarde tiene lugar en las tierras de Carrión y en presencia del rey. Luchan por el honor del Cid, Pero Bermúdez y Martín Antolínez contra don Fernando y don Diego, los infantes de Carrión. Salen vencedores en el duelo los caballeros del Cid, por lo cual, según las leyes del honor medieval, queda restaurado el buen nombre de don Rodrigo Díaz de Vivar y de su familia. Los últimos versos del Cantar nos dan noticia de los nuevos casamientos de doña Elvira y doña Sol con los príncipes de Navarra y Aragón, lo que gozosamente hace exclamar al autor del Cantar: « Hoy los reyes de España sus parientes [del Cid] son I a todos alcanza honra por el que en buena hora nació».
El resumen que acabamos de exponer sobre el argumento del Cantar de Mío Cid es una pobre muestra de lo que ofrece al lector un libro singularísimo pleno de hallazgos literarios tan geniales en una obra tan primitiva. Su anónimo autor (o autores, si hemos de aceptar la teoría de don Ramón Menéndez Pidal de que fueron dos poetas quienes intervinieron en la redacción) poseía el don de individualizar a cada personaje adjudicándole una característica propia, real y convincente: Pero Bermúdez es tartamudo, y como tal se atasca cuando comienza a hablar, pero una vez que arranca no hay quien le pare; del infante de Carrión don Fernando se advierte que es hermoso, pero cobarde («¡Eres fermoso, mas mal barragán!»); Asur González, hermano mayor de los infantes, se presenta ante las Cortes arrastrando el manto y rojo y abotargado de lo mucho que ha comido y bebido, por lo cual un hombre del Cid le recuerda a voces que su aliento repugna a todos a quienes Asur se acerca. Podríamos seguir enumerando otras muchas caracterizaciones, pero como muestra basten las enunciadas. El Cantar ofrece un buen número de episodios que reflejan el genio de un poeta rudo y delicado a la vez. Es conmovedora, por su mezcla la ternura y altiva compasión, la escena de la niña de nueve años que detiene al Cid a la puerta de la posada de Burgos rogándole que no entre porque, de hacerlo, el rey castigará cruelmente a sus moradores. Es divertido el incidente del león huido que entra en la estancia donde el Cid duerme en su sillón, y mientras sus hombres lo rodean, aprestándose a su defensa y protección, los dos yernos huyen despavoridos; uno, don Diego, gritando «¡Nunca veré Carrión!» y ocultándose tras una viga de lagar, de la que saldrá todo sucio; el otro infante, don Fernando, no duda en ocultar su miedo metiéndose bajo el sillón donde duerme el Cid. Para abreviar, piénsese en escenas de mayor autoridad: la del Robledal de Corpes y la que transcurre en las Cortes de Toledo.
El poema se escribió y fue utilizado para la transmisión oral, por ese motivo hay cientos de sus versos en los que se percibe que están allí para ser oídos y no leídos; que se cuenta con la emoción del auditorio, al que se espolea para que haga un esfuerzo y vea lo que oye. No obstante, un lector moderno puede gozar con su lectura. Lo arcaico de su lengua dificultará a algunos el goce, aunque pueden soslayar la dificultad acudiendo a excelentes versiones en español moderno realizadas con escrupulosa fidelidad al texto primitivo. Recomendamos la excelente versión del profesor López Estrada, entre otras varias que existen.
La figura literaria del Cid no se echó en olvido en los siglos siguientes. A partir del siglo XV en cientos de romances aparecen don Rodrigo y sus amigos y familiares. Luego se hicieron comedias sobre él, como Las mocedades del Cid, del valenciano Guillén de Castro; en Francia, Corneille escribió Le Cid, que aún hoy día sigue representándose; poetas de principios de siglo han recibido inspiración de figuras y episodios del viejo Cantar, como Rubén Darío y Manuel Machado; de la patética escena del Robledal de Corpes surgió el drama Las hijas del Cid, de Eduardo Marquina. En 1961 la figura de don Rodrigo Díaz de Vivar alcanzó una popularidad internacional al ser llevada al cine en la película El Cid, protagonizada por el norteamericano Charlton Heston y la actriz italiana Sofía Loren, en los papeles de don Rodrigo y doña Jimena. Por último, en 1974 el comediógrafo Antonio Gala ha estrenado una obra titulada Anillos para una dama, cuya protagonista es doña Jimena, ya viuda del Cid, presentándonosla víctima de la sociedad que le tocó vivir y, sobre todo, víctima del mito cidiano, puesto que el tema principal de la comedia de Gala es que doña Jimena no puede tener una vida personal (amar a Alvar Fáñez, ser su esposa; no, es la viuda del Cid y en ella se prolonga el mito de su esposo).
Para terminar, recordamos lo anteriormente advertido: aunque sólo se nos conserva completo el Cantar de Mío Cid, otros muchos poemas semejantes a él, pero con otros héroes, se escribieron. De ellos nos quedan partes incompletas y fragmentos desperdigados. Entre aquellos de que se tiene noticia, están los siguientes: Roncesvalles, Los siete infantes de Lara, el Cerco de Zamora, el Cantar de Rodrigo y el Rey Fernando y el Cantar de la campana de Huesca.
[...]
Elena Catena
INICIACIÓN A LA HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA.
LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA
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Cronica del muy esforçado cauallero el Cid ruy diaz campeador
Autores Cromberger, Jacobo- / Cromberger, Juan-
Fecha 1525
Datos de edición Fue impresso en Seuilla : por Iacobo cromberger aleman y Iuan Cromberger, 1525 El qual se acabo a xxij dias d'l mes de Noui¯ebro 
 
por Biblioteca Gonzalo de Berceo.


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Elvira y Sol en el Poema de mío Cid
 
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Iris Fitzsimmons Christensen


El Poema de mío Cid fue el primer poema épico escrito en castellano. Solo existe una versión y falta en ella el primer capítulo. El poema narra la historia de uno de los héroes míticos de España: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid y su viaje para restablecer el favor del rey. Elvira y Sol, las hijas del Cid, funcionan únicamente como símbolos de estatus y honor para su padre y esposos, los infantes de Carrión; no tienen una identidad fuera de su relación con los personajes masculinos. Tanto el Cid como los infantes, por su parte, tienen arcos narrativos basados en la pérdida y recuperación del honor. El papel de las hijas es mostrar el honor de los personajes masculinos. La obra establece el papel de las hijas como “bienes” u objetos del Cid, intrínsecamente conectadas con su honor. Aunque Elvira y Sol son centrales en varios eventos de la obra, incluyendo la despedida de su padre, la reunión familiar, las bodas, la “Afrenta de Corpes”, el juicio y las bodas nuevas, carecen de desarrollo real en la obra.


Con obras antiguas como el Poema de mío Cid, protagonizadas por un héroe masculino, es normal que a los personajes femeninos les falte desarrollo y que estén trabajados dentro de las normas del tiempo en lo que se refiere a la sumisión de las mujeres a sus padres y esposos. Como nos recuerda Heath Dillard, “under Visigothic law and the Fuero Juzgo a girl’s father was the person who ordinarily married his daughter to a man whose proposal he accepted” (41). Cuando los lectores modernos estudian el poema, hay que entender que el Poema de mío Cid no representa a las hijas de una manera misógina para su tiempo. Juzgar el poema con expectativas modernas estaría en contra de la intenció;n del autor original y el contexto histórico en que el texto fue escrito.


Según Colin Smith, los poemas épicos se caracterizan por una temática “varonil” en la cual “el caudillaje, el código militar y la total entereza frente a la adversidad son más importantes que el éxito en el amor o las delicadezas cortesanas” (19). Los juglares y escribanos de la épica medieval creían en los ideales de honor y lealtad que vemos en sus héroes. En esta época, la nobleza recibía el honor y los derechos directamente de la autoridad del monarca; el cambio en el nivel de honor era algo muy serio. Es curioso sin embargo que la falta de desarrollo de las hijas, que a nosotros nos puede resultar sexista, también contribuye a una falla más grande en el argumento del autor: sin la restitución del honor de las hijas, el Cid no puede terminar de reclamar su honor.


Además de ser mujeres, las hijas se desarrollan poco porque son personajes secundarios en la mayor parte del poema. Su rol aumenta en el tercer cantar porque otros personajes masculinos quieren la venganza por el insulto al honor del Cid. Hay muchos personajes secundarios en la épica medieval que no están muy desarrollados. Otros ejemplos en el Poema de mío Cid son Jimena, esposa del Cid y madre de Elvira y Sol; Raquel y Vidas, dos prestamistas judíos; y Abengalbón, el aliado musulmán del Cid. Al igual que las hijas, estos personajes tampoco intervienen mucho en la acción y tienen pocos momentos de diálogo o caracterización. Sin embargo, las hijas son diferentes porque su falta de desarrollo le impide al Cid completar su honor.


Es importante recordar el papel y el desarrollo que ellas sí tienen en el poema. Empezamos el poema in medias res (porque el principio del original está perdido) en una escena en que el Cid está saliendo de Vivar para Burgos (v. 12)1. El rey Alfonso VI cree que el Cid se había quedado con las parias, o tributos, del reino taifa de Sevilla que pertenecían al rey; entonces, para castigar al Cid, decide desterrarlo. El Cid tiene que dejar a su esposa e hijas en el monasterio de San Pedro de Cardeña para protegerlas, para poder continuar en su camino de restaurar su relación con el rey y reclamar su honor (v. 238). Durante su exilio, el Cid conquista varias ciudades islámicas y vence al conde de Barcelona y sus victorias militares le aportan mucho botín de guerra, dinero y buena fama. Luego, al derrotar un ejército de musulmanes andaluses y magrebíes liderado por el rey Yúsuf de Marruecos, conquista la taifa de Valencia y se instala allí con su familia. Después de cada éxito militar, el Cid manda regalos al rey Alfonso, y el rey por fin perdona al Cid y bendice las bodas de sus hijas con los infantes de Carrión, Diego y Fernando (v. 1901).


Los infantes creen que este matrimonio servirá para aumentar su riqueza y honor. Sin embargo, un día un león se escapa de su jaula y, en lugar de ayudar al Cid y a sus caballeros, los infantes se esconden. Luego, en una lucha contra el rey Búcar, quien intenta retomar Valencia para los musulmanes, los infantes huyen de la batalla, mostrando su cobardía (vv. 2278-2310).


Llenos de vergüenza, los infantes planean el episodio que los críticos llaman la “Afrenta de Corpes”: salen mostrar a las hijas sus tierras en Carrión, pero después de una noche juntos en el robledal de Corpes, les pegan y las dejan por muertas (vv. 2754-2755). El sobrino del Cid, Félix Muñoz, encuentra a las hijas y las rescata (vv. 2780) . El Cid pide al rey justicia por las bodas que él había bendecido, y el rey convoca unas cortes en que se determina que los infantes tienen que concederle al Cid tres cosas. Primero, las espadas que recibieron de regalo para proteger a las hijas, segundo, la dote que habían recibido para su matrimonio y, tercero, un duelo por el honor de las hijas. Los caballeros del Cid derrotan a los infantes en el duelo y las hijas se casan con los infantes de Aragón y Navarra, convirtiéndose en futuras reinas de España (v. 3399). Aunque el final del poema parece tener un desenlace feliz, el honor del Cid no está reclamado porque en realidad el honor interior de las hijas no se ha abordado.


Según John Burt, el Cid tiene dos tipos de honor: su honor exterior, que viene de las perspectivas de otras personas y se basa en sus posesiones, estatus y reputación, y su honor interior, que viene de la perspectiva del Cid de lo que significa el honor (133). En su acto de desterrar al Cid, evento que sirve de fuerza motriz de la acción del poema, el rey Alfonso ha tomado su honor exterior y por lo tanto empieza la historia del poema. El desarrollo del honor exterior del Cid se muestra claramente en los eventos de la obra. La redención del honor exterior del Cid se realiza cuando el rey perdona al Cid y a sus caballeros y bendice las bodas de sus hijas con los infantes de Carrión. Con sus acciones, el rey restaura el honor exterior del Cid (v. 2162). Luego, durante el juicio, el rey muestra su apoyo por el Cid otra vez cuando permite el duelo con los infantes y bendice las nuevas bodas de las hijas con los infantes de Aragón y Navarra. En el desenlace del poema, el Cid ha reclamado su honor exterior con éxito. El desarrollo del honor exterior de los infantes también es fácil de seguir. Después de sus bodas con las hijas del Cid, su honor exterior aumenta y tienen una relación más cercana con el Cid. Pero después del episodio con el león, muestran su cobardía en público y creen que han perdido su honor interior (porque lo creen ellos) y exterior (porque ocurrió en público). Entonces, para vengar su honor, llevan a cabo la afrenta de Corpes: después de tener relaciones sexuales con las hijas, usan la violencia física para mandarle un mensaje al Cid. Jill Ross señala que “the Infantes, by rending and marking their wives’ clothing and bodies with spurs and saddle straps (ll. 2735-9), are intent upon sending a clear message of shame and vengeance to the Cid in retaliation for the public ignominy they had suffered” (88). Según la lógica de los infantes, tiene sentido lastimar a las hijas porque representan el honor de su padre. Pero representan parte del honor interior de su padre, algo que confunde a los infantes porque en realidad ellos no poseen el honor interior. Al final de la obra, las demandas del Cid no solo compensan el insulto que ha sufrido a través del abuso de sus hijas, sino también la ruptura del contrato de matrimonio. Cuando los infantes pierden el duelo, su honor exterior cae aún más bajo, mientras al mismo tiempo el Cid y sus hijas se llenan de honor exterior a través de la aprobación del rey Alfonso y el nuevo parentesco con los futuros reyes de Aragón y Navarra.


En contraste, el desarrollo del honor interior del Cid y los infantes es mucho menos claro. Burt observa que el Cid tiene que “win his honor twice, a fact that strongly suggests a twofold view of honor” (132). Su honor exterior fue restaurado por el rey, pero el conflicto con sus hijas y los infantes representa un conflicto de su honor interior, porque simbólicamente las hijas representan su “sense of mission and his personal view of what constitutes honorable behavior” (133). Burt explica cómo las dos partes del honor están redimidas en el desenlace del Poema de mío Cid, concentrándose en la barba del Cid y sus hijas como símbolos de su honor interior:


“The Cid’s beard, as a symbol of his interior honor, is meant to be understood in the common medieval manner as reflecting ‘interior’ honor because it comes from ‘within.’ Likewise, the Cid’s daughters, having been created by him, from something ‘within’ his physical being, also symbolize his interior honor” (133). Concluye que el significado de la barba, que a lo largo del poema no es ni cortada ni mesada, “is focused on the Cid’s unmarred interior honor” (136). Pero el honor del Cid no es “unmarred” al final del poema. Y entonces, lógicamente, en la perspectiva de Burt, todo el conflicto entre las hijas y los infantes está resuelto después del juicio. Sí, la justicia del rey ha restablecido el honor exterior del Cid porque públicamente lo ha subido a la clase alta a través del segundo matrimonio de sus hijas y el reconocimiento del rey. Pero su honor interior, y el honor interior de sus hijas, no está intacto porque no puede ser restablecido por otra persona.


Burt dice que el honor interior está definido por la misión y los sentimientos del Cid y de este modo las hijas no pueden curarse sin su padre porque representan parte de su honor interior (133). Entonces, ellas no tienen una identidad o autonomía fuera de su padre. Para él, ellas son una representación de su honor interior que se tiene que guardar. Sus matrimonios a los infantes de Aragón y Navarra no restablecen el honor interior del Cid ni de las hijas, solo el honor exterior. Dentro de las reglas establecidas por el autor, el Cid y su familia únicamente pueden restablecer su honor interior a través de su propia percepción, un cambio psicológico que los oyentes y lectores del poema no presencian. Entonces, la falta de desarrollo de las hijas y específicamente su honor interior impacta de manera negativa al Cid y su arco en la historia. El arco narrativo de los infantes de Carrión, al igual que el desarrollo del honor interior del Cid, es más ambiguo. Para los infantes, sus esposas son objetos que representan un símbolo de estatus que los vincula con el Cid. De esta manera, se transforman en transmisores de la reputación de su padre. Cuando los infantes piden al Rey casarse con las hijas del Cid, afirman que las hijas ayudarán a aumentar su fama: “Las nuevas del Çid / mucho van adelant; // demandemos sus fijas / pora con ellas casar; // creçremos en nuestra ondra / e iremos adelant”


(vv. 1881-1883). Al decir que “creçremos en nuestra ondra”, los infantes plantean explícitamente que la boda y las hijas formarán parte de su honor exterior. Como el Cid, los infantes tienen un objetivo de acrecentar su honor, pero a diferencia del héroe, son más oportunistas y tienen un entendimiento diferente del honor. Los infantes no ven la diferencia entre el honor exterior y el interior, lo cual vemos en cómo creen que las hijas representan al Cid. Para ellos, la vergüenza que pasaron con los hombres del Cid por culpa de su cobardía solamente rebajó su honor exterior. Según esta lógica, dañar la fama del Cid mediante el denuesto de sus hijas será una manera efectiva de recuperar su honor. Pero su cobardía claramente perjudicó su honor interior también. Según Jill Ross, esto se destaca simbólicamente en el poema: “The fear and cowardice displayed by the brothers after they flee and hide from the Cid’s escaped lion are visible in the stains that mark Diego’s clothing acquired after he hid behind a wine press” (84). Su cobardía al comienzo del tercer cantar no solo les dañó el honor exterior, sino también el interior, porque fue un reflejo de su mala conducta y falta de valor.


La afrenta de Corpes es el clímax de la obra y la cima de la autonomía de las hijas. Cuando Sol pide clemencia, “‘¡Por Dios vos rogamos / don Diego e don Ferando! // Dos espadas tenedes / fuertes e tajadores // [...] ¡cortandos [sic] las cabeças, / mártires seremos nos!” muestra que entiende las intenciones de los infantes y preferiría morir (vv. 2725-2728). Sol prosigue, advirtiendo a los infantes que “si no fueremos majadas / abiltaredes a vos, // retraer vos lo an / en vistas o en cortes”, mostrando que ella entiende no solo los planes de los infantes, sino también las consecuencias que los infantes no ven (vv. 2732-2733). Aquí ella intenta advertir a los infantes sobre las consecuencias morales y legales de sus acciones, las cuales no pueden ver porque son consumidos por la venganza. Los infantes no logran ver las consecuencias negativas de sus acciones porque no entienden que han dañado parte del honor interior del Cid, y no su reputación, que quisieron destruir. Es más, su mal comportamiento “avilta” o envilece su propio honor interior, como reconoce Sol.


Hemos visto cómo el destino narrativo de Elvira y Sol depende de su padre y sus esposos, pero su madre, Jimena, juega un papel también. Aunque la infancia y educación de las hijas no se narra en el poema, podemos asumir que Jimena es el personaje que les enseñó las reglas sociales y el papel de ser esposa. Las hijas aprenden su sumisión de su madre, quien transmite exitosamente las cualidades de obediencia y silencio que una buena esposa debe mostrar a su esposo (Lacarra 43). Por eso, no es sorprendente que las hijas jamás traten de resistir el destino impuesto en ellas por los personajes masculinos, ni siquiera cuando se trata de su propia muerte. Las mujeres en el Poema de mío Cid representan un doble linaje: preservan el legado de sus esposos y segundo, enseñan a su prole las reglas y normas sociales que perpetúan el status quo, incluyendo los papeles de género. Entonces, aunque las hijas simbolizan el honor interior del Cid, en su reacción a los abusos de los infantes vemos el legado de Jimena. Considerando la violencia que las hijas experimentan, también es válido preguntarnos si, en el mundo de la épica castellana, los impactos del trauma femenino pasan de generación en generación como medio de supervivencia.


El trauma de la afrenta de Corpes no se puede resolver con unas bodas nuevas porque no representa simplemente el repudio del primer matrimonio, sino tambié;n un agravio físico y psíquico en los cuerpos de Elvira y Sol. Desde el punto de vista de los infantes, cuando el Cid y sus caballeros insultan su honor exterior, tienen que tomar venganza en el símbolo del honor del Cid: sus hijas. La afrenta es brutal y gráfica. Después de los horrores, “Hya non pueden fablar / don Elvira e doña Sol, // por muertas las dexaron / en el robredo de Corpes” (vv. 2747-2748). Los infantes también se llevan la ropa de sus esposas, dejándolas expuestas a “las aves del monte e a las bestias de la fiera guisa” (v. 2751). A través de su descripción de la afrenta, el poeta nos explica que el daño de este evento va mucho más allá de un desafío al honor exterior del Cid.


Lo que los infantes no entienden es que sus acciones en la “Afrenta de Corpes” impactarán el honor interior de todos los involucrados: no solo del Cid, sino también de las hijas y de ellos mismos. Según lo que dicen en privado inmediatamente después, creen que han reclamado su honor después de la cobardía que habían mostrado con el león: De nuestros casamientos agora somos vengados; non las deviemos tomar por varraganas si non fuessemos rogados, pues nuestras parejas non eran pora en braços. La desondra del leon assis ira vengando! (vv. 2758-2762).


Aquí indican que no ven a las hijas como esposas, sino como peor que barraganas, es decir, como prostitutas. También sugieren que “la desondra del león” todavía no está completamente resuelta, y van a continuar “vengándola” así. En muchas culturas mediterráneas, “the loss of honour is a form of social death that can only be remedied through the spilling of blood” (Ross 85). Entonces, los infantes se sienten justificados en la continuación de su ataque en otras cosas que representan el honor del Cid. Pero al abusar de las hijas, han violado algo más cerca del Cid que su honor exterior, han violado su honor interior, algo que viene del Cid mismo. Su lógica no es sensata porque sus acciones son deshonrosas, lo cual invalida su esfuerzo por recuperar el honor. Es más, atacan el tipo incorrecto de honor del Cid, mostrando que carecen de honor interior y solo quieren el honor exterior que proviene de las posesiones y el estatus. El error de los infantes, con sus catastróficas consecuencias para las hijas, destaca la importancia que da el autor a la presencia de la dualidad del honor.


Para los infantes, repudiar a las hijas y abusar de ellas no era suficiente para comunicar su venganza con el Cid. Tenían la intención de matarlas por dos razones. Primero, sería otro insulto al Cid y su honor. Segundo, lograría comunicar su mensaje porque, según Jill Ross, “in order for the Infantes’ text to relay its message clearly it must be free from any competing form of discourse. The text must be fixed in death, unable to answer or modify its contents as all written texts are” (89). Aquí Ross alude a su argumento que la afrenta de Corpes consiste en el conflicto entre dos formas opuestas del lenguaje, concretamente, la palabra escrita y la palabra hablada (93). En su argumento, el Cid y sus hijas representan el habla y la continuación de la tradición oral, mientras que los infantes representan la escritura, y sus acciones en la afrenta de Corpes representan la textualización de las hijas (86-89). En la interpretación de Ross, las hijas son el papel en que los infantes escribieron su mensaje a su padre. Incluso en esta interpretación metafórica, las hijas no tienen ni identidad fija ni autonomía.


Elvira y Sol no tienen una identidad que se desarrolla después de la afrenta de Corpes porque su caracterización se limita a simbolizar el honor interior de su padre. Esta lectura de las hijas contradice la interpretación de Alfonso Boix Jovaní, quien propone que Elvira y Sol cambian durante el poema desde la despedida de su padre hasta el desenlace. Boix Jovaní reconoce la dualidad en el Poema de mío Cid, que se manifiesta en los dos agravios al honor del Cid: el destierro en los dos primeros cantares y la afrenta a sus hijas en el tercero. Esto también se refleja en un aumento en la mención de los nombres de Elvira y Sol en la segunda mitad del poema (384). El crítico tiene razón cuando concluye que “la evolución del Cid está íntimamente ligada a la de su familia, y especialmente a sus hijas”, con la afrenta y las bodas nuevas (385). Pero no estoy de acuerdo con la idea de que “la afrenta de Corpes alcanza al Cid por deshonrarlo, pero también gracias a [las hijas] el Cid emparienta con las casas reales de Navarra y Aragón” (385). Tampoco es cierto que Elvira y Sol reciban “el protagonismo quemerecen en la segunda parte” (385), porque a pesar de su rol central en la afrenta de Corpes, inmediatamente después retoman su papel sumiso y silencioso. La mención más frecuente de sus nombres no corresponde con un mayor desarrollo de sus personajes, que después de su recuperación física no vuelven a hablar en todo el poema. Mientras las bodas nuevas dan al Cid una nueva conexión más fuerte con las familias reales de la península Ibérica, la simplificación de la afrenta y su resolución subrayan el hecho de que el honor interior no puede curarse porque las hijas no tienen la oportunidad de lamentar su pérdida por sí mismas.


Es imposible que las hijas tengan una identidad aparte de la de su padre y sus esposos.


Son símbolos que representan el honor de su padre, y cuando se casan –primero con los infantes de Carrión y luego con los infantes de Navarra y Aragón– representan la fundación de un vínculo entre su padre y otros actores masculinos, incluyendo al rey Alfonso, quien organiza las primeras bodas y aprueba las segundas. Su autonomía culmina durante la “Afrenta de Corpes”. Sin embargo, la afrenta sirve para insultar a su padre e indicar el carácter de sus esposos; no les ofrece ningún desarrollo o agencia, ni en la trama ni metafóricamente. Al final del Poema de mío Cid, Elvira y Sol tienen esposos nuevos y se supone que sus nuevos casamientos representan cómo el honor del Cid está restaurado. Pero mientras el honor exterior del Cid está restablecido, su honor interior, encarnado en los cuerpos de sus hijas, no está restablecido. El honor interior es sobre cómo nos vemos a nosotros mismos, y para las hijas habría sido mejor morir como mártires, que es lo que ellas piden, o tener la oportunidad de dar voz a cómo su experiencia traumática las cambió. Teniendo en cuenta las convenciones de la épica y las normas de la sociedad castellana medieval, quizás el poema podría haber terminado con una escena de diálogo entre las hijas y sus nuevos esposos para mostrar que esta relación es mejor no solo en cuanto al honor exterior, sino también en términos de conducta honrosa y respeto mutuo. Con esto, el poema habría completado el arco del honor interior de su héroe, el Cid y quizás habría logrado restaurar el honor interior de Elvira y Sol también.


Bibliografía
Boix Jovaní, Alfonso. “Las mujeres del Cid: una respuesta a la variación onomástica de Elvira y Sol frente a la doble autoría del Cantar de mío Cid”. eHumanista, vol. 34, 2016, 373386. Red.


Burt, John R. “Honor and the Cid’s Beard.” La corónica, vol. 9, no. 2, 1981, 132-37.


Dillard, Heath. Daughters of the Reconquest: Women in Castilian Town Society, 1100–1300.


Cambridge: Cambridge University Press, 1984.


Lacarra, María Eugenia [Eukene]. “Representaciones de mujeres en la literatura española de la Edad Media (escrita en castellano)”. Breve historia feminista de la literatura española (en lengua castellana), vol. 2: La mujer en la literatura española: Modos de representación desde la Edad Media hasta el siglo XVII, editado por Iris M. Savala. Barcelona: Anthropos, 1995.


Ross, Jill. Figuring the Feminine: The Rhetoric of Female Embodiment in Medieval Hispanic Literature. Toronto: University of Toronto Press, 2008. Red.


Smith, Colin, editor. Poema de mío Cid. 34a ed. Madrid: Cátedra, 2020.


https://issuu.com/nyu_esferas/docs/esferas14_issu_v2/s/23242024 


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Martin Woudwyk, "Woudwyk Genealogía", database, Genealogie Online (https://www.genealogieonline.nl/woudwyk-genealogia/I39833.php : benaderd 27 april 2024), "Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz (Doña Jimena Díaz ,Ximena Gimena de Gormaz) de Oviedo ,gobernadora de Valencia 1099-1102,condesa de Oviedo,la esposa de El Cid, (1046-1116)".